domingo, 12 de abril de 2015

Jesús sana al criado de un centurión romano.


Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:
–Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.
Jesús le respondió:
Iré a sanarlo.
–Señor –le contestó el centurión–, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.
10 Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían:
Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. 11 Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente,h y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos;i 12 en cambio, los que deberían estar en el reino serán arrojados a la oscuridad de fuera. Allí llorarán y les rechinarán los dientes.j
13 Luego Jesús dijo al centurión:
Vete a tu casa y que se haga tal como has creído.
En aquel mismo momento, el criado quedó sanado.

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