lunes, 16 de marzo de 2015

GUIAS PARA EL ENTENDIMIENTO DE LAS ESCRITURAS Leccion 1

LA BIBLIA, LA PALABRA, JESÚS




Estudia la Biblia por medio de este programa, te ayudará a entenderla mejor. puedes elegir entre escuchar o leer. Empieza desde el libro de Génesis, cada día una porción de la Biblia. Cuando vengas a darte cuenta la habrás leído entera.

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GUÍA PARA EL ENTENDIMIENTO DE LAS ESCRITURAS

viernes, 6 de marzo de 2015

 
MATEO Capítulo 7:1 - 20

En este capítulo, hablaremos de la relación del hijo del Rey con otros hijos del Rey, que tiene que ser mantenida por medio de la oración. Hace unas amonestaciones finales en cuanto a juzgar a los demás; la oración, y la regla de oro; la puerta estrecha; los frutos que permiten conocer a una persona; la respuesta del Señor Jesús a aquellos que afirman conocerle, pero que en realidad no le conocen, y los dos cimientos. Este es el tema del capítulo 7 del evangelio según San Mateo.

Los problemas más grandes que enfrenta un hijo de Dios en cualquier época, y en cualquier país, se relacionan con la forma de reconocer a los otros hijos de Dios; es decir, cómo conocerlos y cómo mantener con ellos una relación que sea apropiada. El hijo de Dios puede elegir entre dos posiciones extremas. A un extremo tenemos los que interpretan lo que se declara en Mateo, capítulo siete, y en el versículo uno, cómo que al hijo de Dios le es prohibido juzgar a los demás. La persona que practica este precepto quedaría expuesta a toda persona mala y callaría ante cualquier acción mala.

La posición opuesta se deriva de Mateo, capítulo 7, versículo 6, y pretende en forma arbitraria determinar quiénes son los cerdos y perros que no merecen las perlas ni lo santo. ¿Cómo es posible distinguir entre el hermano genuino y el falso? ¿Cómo se puede conocer y saludar a los demás hijos, y discernir quiénes son los verdaderos hijos? Esto requiere una habilidad y poder sobrenatural. Para esto, el único recurso que el hijo de Dios tiene, es la oración.

1No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. (Mat. 7:1-2)
Estos versículos realmente han sido mal entendidos. "Juzgar" puede significar "decidir, o distinguir". Puede significar condenar. Puede significar vengar, y también denota maldecir. Estos versículos no quieren decir que a un hijo de Dios le es prohibido juzgar a otros, sino que no hemos de juzgar los motivos interiores de otros, en el sentido de condenarlos. No sabemos ni comprendemos por qué un hermano en Cristo hace cierta cosa. Vemos solamente las acciones exteriores. Dios no nos prohíbe juzgar las acciones malas e injustas, como veremos en nuestro estudio. El punto principal es que si usted es duro en su juicio para con otros, usted será juzgado con la misma medida que aplica a otros, o sea que usted será conocido como una persona que es severa en su consideración para con otros. A veces, escuchamos la frase: "No le haga caso a tal o cual persona, pues, él nunca tiene una palabra buena para nadie". A esta persona se la está juzgando según su fama o reputación. Los motivos ocultos del corazón son vedados a nosotros y son revelados sólo a Dios. Cuando tratamos de juzgar los motivos del corazón humano, estamos usurpando el trono de Dios. El Apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, capítulo 14, versículo 4 dice: "¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme". Si somos criticones, duros, cáusticos y severos, nos juzgarán exactamente como tal tipo de persona. Si buscamos lo malo, lo feo y lo perverso, nos conocerán como tal tipo de persona también. Leamos ahora, los versículos 3 al 5 de Mateo, capítulo 7:


3¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mat. 7:3-5)
La viga es como un tronco de árbol y la paja es como una pequeñita astilla. No quiere decir que el hombre con el pecado grande critique al hombre con aquel pecado pequeñito. Más bien, la viga es el espíritu de crítica y prejuicio que es como un tronco de árbol al compararlo con la paja que usted critica en la otra persona. No debemos criticar aquel pedacito de aserrín en el ojo del otro hermano cuando tenemos unos trozos tan grandes de pinos gigantescos en nuestros propios ojos. No estamos en ninguna posición de juzgar.
Este asunto de juzgar ásperamente es ciertamente algo de lo cual tenemos que tener mucho cuidado. El Señor dice en el versículo 20 de este mismo capítulo 7 de Mateo: "Así que, por sus frutos los conoceréis". Como el Dr. Jaime McGinley lo ha dicho en su manera singular: "No seré su juez, pero sí soy inspector de frutos". Solamente podemos dar dictamen sobre el fruto -- lo que vemos con el ojo. Bien podemos decir si un cristiano produce frutos o no. Ahora, leamos el versículo 6:

6No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mat. 7:6)
Esta declaración aparentemente se opone en forma diametral a la primera parte de este capítulo. Hasta aquí este es un capítulo paradójico. Ahora, si aceptáramos a todo hombre en su valor exterior – o por lo que aparenta ser, pues, nos engañaría todo hombre falso. Ahora, ¿Quiénes son los cerdos y los perros que se mencionan aquí? Este versículo parece ser algo vulgar, pero es bíblico. Consideremos esto a la luz de lo que declara el Apóstol Pedro en su segunda epístola, capítulo 2 y versículo 22; Pedro dice: Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.

No debemos echar nuestras perlas delante de los cerdos ni dar lo que es santo a los perros. Hay cierto tiempo y lugares cuando no vale la pena decir ni una palabra. Este es un juicio que debemos hacer. Se nos cuenta el caso de un legislador del estado de Tennessee en los Estados Unidos, que solía beber en demasía. Pero un día fue maravillosamente salvado por Dios, convertido y ahora es un fiel siervo escogido de Dios. Los otros miembros del cuerpo legislativo de aquel estado sabían cómo él acostumbraba beber. Luego, oyeron decir que se había convertido. Pues bien, un día se sentó en el cuerpo legislativo este legislador mientras sus compañeros lo miraban. Por fin alguien se puso en pie, y dirigiéndose al presidente de la reunión, dijo: "Yo propongo que escuchemos un sermón del diácono Fulano de tal". Todo el mundo se rió. Pero, nuestro amigo se puso en pie, y como él era igual a la ocasión, dijo: "Siento
muchísimo, pero no tengo nada que decir. Mi Señor dijo: "No echéis vuestras perlas delante de los cerdos" y se sentó. Nunca jamás volvieron a burlarse de él.

También el señor Jensen, comisario de policía de la ciudad de Nueva York, dijo en cierta ocasión acerca de ciertos apartamentos ocupados por personas homosexuales que con frecuencia las arrestan y las llevan a la comisaría de policía. Estas personas saben que el comisario Jensen es cristiano, y muchas le dicen: "Predíquenos un sermón". Él les dice que no echa sus perlas delante de los cerdos. "Es posible – dice él – que me crea terco", pero, he sido agente de policía por 35 años y conozco bien a este tipo de personas.

No debemos, pues, juzgar los motivos del corazón, en cambio, hay falsos maestros entre nosotros y hay que identificarlos. Ahora, ¿Cómo es posible eso? Los próximos cinco versículos nos dan la respuesta. Leamos los versículos 7 y 8 de Mateo, capítulo 7:
7Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mat. 7:7-8)
Cómo conocer las personas de este mundo, es el problema más grande que enfrenta un hijo de Dios. Todos los días chocamos con príncipes y pobres, con caballeros y pícaros, con verdaderos y con falsos maestros. Hay personas que necesitan nuestra amistad y ayuda, a quienes necesitamos y a quienes debemos acercarnos. Otros hombres son pícaros, y nos pueden destruir, y debemos apartarnos de ellos. Ahora, ¿Cómo podemos saberlo? Pedir, buscar, y llamar se refieren definitivamente a este problema.

El Dr. J. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, contaba que mientras servía de Pastor durante unos 21 años en el centro de la ciudad de Los Ángeles, estado de California, en los Estados Unidos, conoció a muchas personas de todos los oficios de la vida. Decía él que pasaba unos 35 minutos manejando su automóvil desde su casa hasta la iglesia, y durante aquellos minutos, él le decía al Señor que iba a conocer a unas personas nuevas durante ese día, y le pedía que le guiara en cómo debía portarse con cada una de ellas. Decía él, "habría los que necesitarían de mi ayuda, pero habría también los que tratarían de arruinarme con sus intrigas".


Quizá todos nosotros podemos decir que en muchas ocasiones nos hemos visto engañados por los hombres. ¿No es entonces interesante que al Apóstol Pedro en la iglesia primitiva supiera que Ananías y Safira estaban mintiendo? Léalo usted en el capítulo 5 de los Hechos, versículos 1 al 11. Sabemos que es difícil discernir cuándo alguien está mintiendo. No tenemos el discernimiento espiritual hoy en día, que ellos tenían en la iglesia primitiva. Creemos que es un don que tienen hoy muy pocas personas, pero es un don muy importante y creemos que es igualmente importante que hagamos de este discernimiento un asunto de oración ferviente. Cuando a usted le presentan a algunos amigos nuevos, ¿le pide usted a Dios que le ayude a saber cómo tratarlos? Es una buena idea pedir la ayuda de Dios en cuanto a este asunto. Ahora, los próximos versículos siguen diciendo que Dios desea de veras ayudarnos en estos asuntos. Leamos los versículos 9 al 11 de este capítulo 7 de Mateo:
9¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? 11Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mat. 7:9-11)
Solo acercándonos a Dios en la necesidad urgente, es decir, pedid, buscad, llamad, podemos entonces aprender cómo "habitar en una casa a la orilla del camino y servir de amigos a los hombres". Leamos ahora el versículo 12 de este capítulo 7 del evangelio según San Mateo que es conocido como la regla de oro:
12Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. (Mat. 7:12)
Las palabras iniciales "Así que" son las palabras claves en este versículo. Se refieren a lo que precede la regla de oro. Si usted conoce a alguien, ¿Cómo lo va a tratar? Usted no es juez, pero si esta persona en el lenguaje figurativo de este capítulo, es un cerdo o un perro, debe saber entonces cómo portarse con esa persona, porque un cerdo lo matará a usted. ¿Qué, pues, hace usted? ¿Lleva el problema al trono de la gracia? Esto es el principio sobre el cual debe operar. No saque la regla de oro fuera de su contexto, y diga que vive según ella.

Pedir, buscar y llamar le será posible vivir a la luz de la regla de oro. Luego, continúa diciendo el Señor en los versículos 13 y 14:
13Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mat. 7:13-14)
Estos versículos generalmente son mal interpretados, dándose la impresión de que la selección está entre el camino ancho, que es pintado como un camino alegre y fácil; o un callejón estrecho, lleno de penurias y poco atractivo. La verdad, amigo oyente, es todo lo contrario. Lo que se presenta aquí es como una especie de embudo. La entrada al camino que conduce a la destrucción es ancha, pero se reduce como un embudo a un solo punto: la muerte y el infierno. La entrada a la vida, por su parte, es estrecha, y es Cristo mismo quien dijera en Juan 14:6: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Cuanto más camine usted con Cristo, más ancho llega a ser el camino. Recordemos que Jesucristo dijo: He venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia. (Jn. 10:10). También en el Antiguo Testamento, recordará usted que en el libro de Ezequiel, el capítulo 47 se describe un río que salía del Santuario. Comenzaba como una pequeña fuente o vertiente, pero su cauce iba creciendo hasta convertirse en un poderoso río, y por fin, llegar a ser un océano. La analogía aquí es simplemente esta: cuando usted llega a ser hijo de Dios, cada día es mejor que el día anterior. La entrada a la vida es estrecha, pero se abre como un embudo vuelto al revés, y llega a ser sumamente amplia. Sigamos adelante. Los versículos 15 y 16 de este capítulo 7 de Mateo, nos dicen:


15Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (Mat. 7:15-16)
La iglesia es amonestada aquí en cuanto a los falsos maestros y falsos profetas. Podremos reconocer a los falsos maestros por sus frutos, y esto es lo que debemos buscar en sus vidas.
Apóstol Pedro comenta sobre esto en su segunda epístola, capítulo 2, versículo 1, cuando dice: "Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina".


Así, pues, el Señor nos amonesta en estos versículos 15 y 16 de Mateo 7, a que busquemos los frutos en la vida de los profetas que se nos presentan, para identificar entre ellos a los que son falsos profetas.


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