-¡Oh, qué bien que hayas venido, mamá!. Justamente estaba calculando cuántas veces debemos dar las gracias a Dios, pero mis dedos no alcanzan para contar todo lo que debemos, también necesito los tuyos.
La madre miró amorosamente a su hijo.¡Verdaderamente este niño era un don de Dios!. Con su fuerte y alegre fe infantil, podía regocijarse por la bondad de Dios en la situación difícil en la que se encontraba. Ella se acercó a la cama y el pequeño empezó a contar:
- Dormí bien.
- No tuve dolores.
- Hoy es un lindo día.
- El sol llega hasta mi cama.
- Puedo mover mi brazo un poco más.
- Puedo volver a agarrar a mi osito.
Así siguió hasta terminar de contar con sus deditos. Con ojos brillantes juntó sus manos y dio las gracias a Dios en una sencilla oración.
¡Cuánto más feliz y tranquilo sería nuestro corazón si nos ocupáramos en agradecer a Dios por las innumerables bondades con las que nos colma!.
La buena semilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario